martes, 16 de febrero de 2016

ADVERTENCIA II


Para esta segunda advertencia es menester aclarar algo que me gustaría que no se olvide: no es mi intención encandilar al lector con la solemnidad de un lenguaje técnico, pero tampoco es correcto importunarlo con las vaguedades de un lenguaje austero o apocopado, que no conduzcan a ningún lado y hagan de su tiempo una pérdida innecesaria. En este sentido, el lector descubrirá que me interesa más el ejercicio escriturario en sí, por sí y de por sí o a per se, si se prefiere el término francés (y como todo término francés, esta intromisión se embriagará de una cierta elegancia), que la fundamentación teorética de ese ejercicio o, lo que es lo mismo, los consabidos ¿por qué? y ¿para qué [1]? que traen aparejados las teorías o, como muchas veces ocurre, la formulación de una teoría que de cuenta del objeto que se estudia.
    Tal teoría (o mi teoría, por qué no), en este sentido, será sólo un apéndice y, si se me interpela a ser rotundamente honesto, un agregado para dialogar con el objeto (por supuesto, los videojuegos, y no está de más repetirlo) y, como mucho, para especificarlo (claro, porque hay ocasiones no viene mal realizar un anclaje teórico para explicar algo). En otras palabras, todo el tiempo voy a ahondar en la manera específica que tiene el objeto (vamos, que no se olvide, los videojuegos) de crear sentido o, de hacer del sentido, un lugar de comunicación atípico y, por lo tanto, decididamente marginal para la aprehensión de cualquier teoría. De hecho, de ahí viene la necesidad de evitar las teorías, por supuesto, en la medida justa (o sirviendo al propósito del justo punto medio que destacaba Aristóteles en su ÉTICA NICOMÁQUEA).
    Por otro lado, me interesa, también, la exploración a la que me conduzca ese objeto (insisto, los videojuegos), porque esa exploración tiene algo que se reconoce en el mismo objeto (perdón por la obstinación, los videojuegos): la aventura. En efecto, cuando se comienza a escribir nunca se sabe dónde se va a terminar, sobre todo si se tiene la costumbre (éste no es mi caso) de hacerlo fuera de espacios decorosos. Por ejemplo, debajo de un árbol, cuando hace frío (no sé por qué últimamente me obsesiona el frío, ¿querré acaso que no vuelva el invierno?, ¿o que el otoño no reseque la urdimbre verde de las hojas del arbolito que asoma afuera de mi ventana?), o sobre una canoa, en el medio de un lago con los mosquitos picándote la cara (definitivamente, paso).
    En fin, lo único que sé es que no sé nada (no mentira, una mentira de escritor que no podía faltar para recordar a SÓCRATES o, más bien, al SÓCRATES que nos ayudó a descubrir PLATÓN). Reformulo (y me aclaro la garganta al mismo tiempo o, más bien, los dedos, pues al fin y al cabo, escribo con ellos), la frase, y la cambio por el concepto derogado por un título empleado. Tengo un objetivo muy claro: pensar en, con y a partir de los videojuegos.
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[1] Lo que quiero decir es que, a lo mejor, este ejercicio escriturario no conduzca a otra cosa que no sea al placer que proporciona el saber, y a su implicancia inmediata, esto es, descubrir, y descubrir, y… descubrir. Por lo tanto, no es banal aclarar que el saber haya sido comparado con la SED. Ergo, todo investigador es un ser que tiene SED de saber o, cuanto menos, de convertir esa SED en conocimiento. Escribir un BLOG (como este, por ejemplo), redundaría en la cristalización de ese saber en conocimiento y su divulgación para, paradójicamente, seguir creando más SED.

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