jueves, 4 de febrero de 2016

¿QUÉ ES LA TRANSPOSICIÓN?


Trasponer o transponer es un símil de adaptar pero, también, su negación, acaso, necesaria. El término redunda en, al menos, dos cosas que no debemos perder de vista. La primera, se origina en una metáfora de movimiento, porque transponer (prefiero utilizar esta variante para indagar en el concepto aludido) implica, literalmente, un traslado. Hay algo que se mueve de un lugar a otro y que en ese movimiento deja de ser lo que era en su origen. Pero, pensemos en esto un momento, y sobre todo, pensemos en las consecuencias o las implicancias de la alteración que promueve el traslado: ¿a qué se debe?, ¿dónde se origina?
    Desde un sentido estrictamente físico, podríamos decir que un cuerpo en reposo se ve socavado por el movimiento, porque, en efecto, el movimiento altera la inercia y lo que definía al cuerpo, la inercia, ya no es inercia, sino movimiento. En términos coloquiales, si enfocamos este ejercicio propedéutico desde una experiencia cotidiana, podríamos afirmar que no es lo mismo el adentro que el afuera o la intemperie, y más si hace frío y no nos ponemos medias abrigadas. Pero, en esencia no es lo mismo, porque lo que fluctúa (cambia) es la condición de la interacción, que deja de ser familiar para convertirse en impersonal, a menos, claro, que se sea un ser decididamente abierto a las eventuales contingencias de la interacción humana y se esté dispuesto a pagar el precio de sobrellevarlas (¿el éxito?, ¿el fracaso?, ¿la gloria?, ¿la humillación?). Por supuesto, lo que también cambia es el registro empleado por, llamémosle así, el sujeto X (o conejillo de indias) para dirigirse al sujeto Y [1], porque el sujeto X sabe que no puede ser enteramente honesto con el sujeto Y en, por ejemplo, la siguiente situación:

    -    ¿No tiene una monedita?
    -    Me veo impedido a colaborar en la loable causa de ayudar al prójimo por mi situación de desamparo: la docencia.

    Todo aquel que se dedica a la docencia (como yo, por ejemplo) sabe cuál es la falacia de esta situación (posiblemente el que pide la moneda es el sujeto X y no el sujeto Y), y sabe, también, si ha leído algo de la obra de Sigmund Freud (o lo que dicen de la obra de Sigmund Freud, que viene a ser más o menos lo mismo) que todos los actos fallidos ponen de relieve la coherencia del sujeto X en nuestra hipotética situación. Es decir, en ningún momento el sujeto X podría (más bien no debería) reconocer que es avaro y que es sólo por eso, y no por otro motivo, que no está dispuesto a desempolvar de su bolsillo una moneda de un centavo (de esas que ya no se consiguen, por cierto). La honestidad, en este caso, sería un acto fallido, el ejemplo cotidiano empleado, puede que también lo sea, pero no se me ocurría otro para explicar el concepto.
    Bueno, no sé si queda claro lo que intento transmitir (acá tenemos otro verbo formado con una raíz de movimiento, aunque no estoy interesado en analizarlo morfológicamente), pero esta condición de transmutación que se produce a través del movimiento, nos da pie para analizar la segunda característica que tenemos que tener en cuenta al momento de pensar la transposición: su evanescencia. Al momento de transponer o transponerse (pensemos de nuevo en el sujeto X), el objeto o el sujeto (un actor, por ejemplo) desaparece para reaparecer dotado de nuevas cualidades. Se dice que los actores son mentirosos o que saben mentir bien, y lo mismo podría decirse de los escritores (pero como yo soy escritor no voy a hablar de eso); porque en ellos (me refiero a los actores, no a los escritores) opera una transformación al momento de asumir un papel. El papel (del actor, no el que yo utilizo para escribir, claro) se degusta y deglute, y, en ese proceso, se trastoca o tergiversa el papel. Línea a línea el actor lleva a cabo una transformación, porque, ante todo, está interpretando un papel y, en consecuencia, lo que nos devolverá será una versión del papel, que muy bien podría ser cualquier otra, del mismo modo en que yo podría haber enfocado esta escritura de otra manera, buscando ejemplos solemnes en lugar de intranscendentes.
    En consecuencia, y para que este recorrido no se haga tan largo, transponer es cambiar, transformar y, por ende (¡POR FIN!, dirán muchos al leer esto), una transposición será una adaptación que ha sufrido un cambio, una transformación. Ahora, podemos pensar cómo opera ese cambio: ¿es completo?, o ¿es parcial? En este punto, prefiero apoyarme en una referencia bibliográfica, tal vez, ineludible (en realidad es omisible, pero si lo dijera así no tendría la atención del lector):

    La práctica de la transposición excede en mucho al valor literario de los textos de origen. Porque en rigor es al revés: la norma general, (…), es que la transposición tenga efectos rigurosamente vigilados e inversos al valor de origen, (…) [2].

    Y agrego una cita más para redondear el concepto:

    (…), entonces, queda por concluir, (…), que la transposición es un trabajo, y eso obliga a pensarla más como un abanico de problemas a resolver que como un puñado de resultados a examinar [3].

    La cita no sé si aclara algo, pero creo que nos da un empujón para adentrarnos un poco más en la faena del actor que estudia infatigablemente su papel, y en ese proceso de familiarización con él, lo pervierte, lo trastoca o lo deforma de algún modo. El actor parte de un guion, donde el escritor graba un sentido que está destinado a difuminarse en la interpretación del actor, porque el actor necesita correrse de la enunciación del escritor para convertir las palabras del escritor en palabras propias. De manera análoga, cuando un libro abandona su soporte de papel para convertirse en un fotograma de la tira de celuloide (si nos remitimos a las antípodas del cine, por supuesto) será indefectiblemente cambiado por las particularidades de su nuevo soporte y por la necesidad de repensar (del director y, antes del director, del guionista) la manera de contar su historia.
    Para decirlo en pocas palabras, será inherente (inseparable, si le buscamos otra palabra afín) a toda transposición un cambio sustancial con independencia del soporte o formato del texto (unidad de sentido, si apelamos al bagaje lingüístico que acogió este concepto) transpuesto o a transponer. En consecuencia, los videojuegos, como vivos exponentes de la contaminación discursiva que se desprende de los lenguajes que se entrecruzan en su enunciación (como ocurre con la historieta y el cine, por ejemplo), nos darán muy buenos ejemplos de, no como funciona la transposición, sino como la transposición se encuentra en la base de la construcción de su narrativa y, por antonomasia, de la narrativa de artes similares.
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[1] Cualquier configuración cromosómica que se pueda atribuir a la denominación de los susodichos sujetos experimentales, es una mera coincidencia elaborada por la imaginación del lector y no la voluntad de quien escribe en este BLOG.
[2] La cita pertenece íntegramente a Wolf, Sergio. Cine – literatura: ritos de pasaje. Buenos Aires: Paidós, 2004
[3] Esta cita también pertenece, aunque en un sentido menos genuino (porque la retoqué con muchos recortes antojadizos), a Wolf, Sergio. Cine – literatura: ritos de pasaje. Buenos Aires: Paidós, 2004

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