martes, 2 de mayo de 2017

LITTLE NIGHTMARES - RESEÑA


¿Te has preguntado alguna vez cuáles son los temores que acongojan a los niños?, ¿o por qué a través del preludio de las pesadillas ellos pierden la mansedumbre con la que los cobija el sueño? Si no lo has hecho, LITTLE NIGHTMARES te brinda una buena oportunidad para plantearte estas interrogantes e, inmediatamente, corroborar cómo todas esas inquietudes se inspiran en formas reales, porque los niños no le temen a algo abstracto, sino a algo concreto y bien definido: los adultos.
    El monstruo, desde el punto de vista de los niños, tiene un rostro humano y lo tiene porque el monstruo se hace presente a través del maltrato: es el padre que grita, el padre que agrede y el padre que comete el sacrilegio de levantar la mano a la madre que es espejo del cariño, a la madre que contiene y propulsa, a la madre que consuela y alienta en los días negros de tormento. El monstruo, en otras palabras, se vivencia en la primera socialización con la que nos recibe el mundo: la familia; creando, a partir de allí, una serie de correspondencias con el resto de los adultos, los cuales nos resultarán más o menos monstruosos conforme se corrobore o compruebe su monstruosidad o, si se prefiere, su capacidad de violentarse contra el indefenso, que no es otra cosa que una metonimia del niño en su estado de orfandad.
    Lo mismo ocurre con el huérfano, que es el niño que no tiene padres, pero que, de alguna forma, éstos se han hecho presentes a través de una declaración de violencia como el abandono, la negación o el rechazo; una declaración de violencia que se prolongará a través de la declaración de violencia que realiza la sociedad, una sociedad que no está dispuesta a reparar, ni a subsanar el daño hecho sobre el cuerpo del niño, pero del niño que ha sido abandonado. En principio, porque lo olvida y, en este sentido, hace de cuenta que no existe o nunca existió, o lo que lo mismo, que su dolor no tiene razón de ser porque resulta insignificante frente al dolor que experimenta el adulto, que parece ser el único capaz de registrar dolor en esta relación de antagonismos. Pero, también, porque se niega en el niño su humanidad.
    LITTLE NIGHTMARES refleja esta violencia que se ejerce sobre los niños en clave simbólica. Primero, porque la traduce a través de una estética que le deja bien claro al jugador cuál es el valor del niño para la sociedad: el equivalente de un grano de arena en el arenal. Segundo, porque resinificará la monstruosidad del adulto en diferentes niveles:

    -EL MUNDO DEL TRABAJO [1]
    -LA DESIGUALDAD SOCIAL [2]

    El mundo de los niños que se retrata en este videojuego, por este motivo, tiene algo del desencanto o de la desilusión de crecer, ya que crecer implica perder algo de la magia que alguna vez tuvimos o en la que depositamos nuestras esperanzas mientras asistíamos, con los ojos deslumbrados o encandilados, a ver cómo el mago ejecutaba su truco. Sin embargo, una vez que conocimos el truco, una vez que nos dimos cuenta de cuál era el trasfondo de la ilusión que nos maravillaba, dejamos de creer en la maravilla de la ilusión y, simultáneamente, en la posibilidad de redescubrir el mundo a través de esa maravilla.
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[1] Que es el espacio donde por excelencia se explotará a los niños. Le recomiendo al lector que, para ello, tenga presente la imagen del capitalismo salvaje y del trabajo fabril donde se le pagaba a los niños y mujeres en especias y no en moneda.
[2] Se relaciona con la idea de quiénes pueden tener acceso a ciertos bienes y quiénes no pueden hacerlo, o quiénes pueden disfrutar de un plato caliente de comida y quiénes no pueden hacerlo.

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